miércoles, 7 de julio de 2010

La leyenda de Perelada

Rubén Hernández
BARCELONA.– Castillo Perelada es buque insignia de la viticultura catalana y un sitio único tanto en el panorama del enoturismo, como del turismo cultural. Perfilado por una fortificación en la que se produce vino desde el siglo XIV, se ubica en el corazón de la D.O. Empordá, en el extremo nororiental de la península ibérica.

“El castillo de Perelada es el corazón histórico, cultural y comercial de la zona. Construido por los vizcondes de Rocabertí, se alza junto a la iglesia del Carmen y un monasterio en el que se encuentra uno de los pocos claustros góticos de Cataluña. En sus bodegas subterráneas, todavía hoy en uso, los monjes carmelitas produjeron durante siglos vino elaborado con uva procedente de los viñedos de la zona”, comenta Àngels Alfonso, directiva de la bodega.

En una tierra donde relucen las leyendas de Salvador Dalí y Ferran Adrià (tanto Figueres como El Bulli se encuentran a pocos kilómetros de esta localidad), resalta asimismo la historia de Miguel Mateu, quien compró la propiedad en 1923 con el interés de recuperar la tradición vitivinícola de la zona.

En este reducto se han producido los cavas servidos en el banquete de coronación de Juan Carlos I, así como en las bodas del rey Balduino, de Bélgica, y del príncipe Felipe y Letizia Ortiz, entre otros eventos reales.

Por otro lado, productos como el Castillo Perelada Finca Garbet han obtenido en certámenes de la talla de Iberwine puntuaciones más altas que vinos como Vega Sicilia, Único, Opus One, Penfolds Grange, Château Margaux y Almaviva.

Añade Alfonso: “Don Miguel Mateu fue una personalidad singular. Hijo del cofundador de los automóviles Hispano-Suiza, su aptitud para los negocios se compaginaba con una marcada vocación político-social, fue alcalde de Barcelona y embajador de España en Francia, además de que poseía una admirable sensibilidad por el arte y la cultura. Fue un carácter único que impregnó su manera de trabajar como elaborador de vinos.

“Perelada es un pueblo único, pues ha sabido combinar una serie de factores muy atractivos: belleza histórica, devoción por el arte y marcado carácter vinícola. Se ha orientado a la cultura del ocio de calidad. Muestra de ello es el Festival Internacional de Música, su casino, uno de los más bellos de Europa, y el club de golf Perelada, en el que se hallan un exclusivo hotel y un wine spa”, expresa Javier Suqué Mateu, heredero de la empresa.

Otros de los elementos relevantes de este acervo es el claustro gótico del Convento del Carmen, la biblioteca del Castillo, con más de 80 mil volúmenes, muchos de ellos dedicados a la vinicultura de la región, y el Museo del Vino, el cual reúne utensilios antiguos relacionados con el tema, como la tolva de recepción de uva de la bodega de los carmelitas.

“Una de mis mayores ambiciones al hacerme cargo de la bodega familiar, a fines de los 80, fue potenciar la elaboración de vinos de calidad. Queríamos demostrar que las condiciones climáticas y geológicas del Empordá eran extraordinariamente adecuadas para obtener vinos elegantes, con estructura y de marcada personalidad.

“Los vinos que presentamos son exponentes de lo mejor. En un mundo cada vez más global, las bodegas deben, en mi opinión, realizar un gran esfuerzo para conservar las características organolépticas que les han sido propias. Dicen que un gran vino es el paisaje de su país concentrado en una copa”, resalta Suqué Mateu.

El Empordá es considerado la región vinícola más añeja de la península. Los antiguos griegos recalaron en el golfo de Roses para fundar la colonia de Empúries. Una de las características geológicas más destacadas es la heterogeneidad de las tierras. En la llanura, los suelos son básicamente de origen fluvial: limo arcillosos, con arena y grava, mientras que en las laderas que la rodean hay una abundante presencia de pizarras.

LA FIGURA DE DALÍ

La historia campea en la evolución de la empresa catalana. El Roc, símbolo de los y vizcondes de Rocabertí, es también el de la bodega. Esta representación heráldica de la torre de ajedrez es un elemento constante en chimeneas, puertas, suelos y tapices; además, da título a una de sus selecciones de tintos y blancos, propios de la D.O. Cataluña.

“Uno de los momentos culminantes de la firma se dio en 1959, con motivo de la visita del presidente estadounidense Dwight Eisenhower. Miguel Mateu recibió el encargo de seleccionar un cava para la recepción. Eligió una pequeña reserva propia que tuvo éxito rotundo. De allí surgió la idea de comercializar un cava de altísima calidad que daría lugar al nacimiento del mítico Gran Claustro.

“Otro momento clave se dio en 1960, a raíz del éxito del champagne rosado de Castillo Perelada en los mercados internacionales, particularmente en Gran Bretaña. Los principales productores franceses recurrieron a tribunales para obtener la exclusividad en el uso del nombre de su zona. Lo consiguieron, por lo que desde entonces los productores de otras zonas han buscado denominaciones alternativas, como la D.O. Cava. En cualquier caso, el pleito supuso una benéfica publicidad gratuita para la bodega”, comenta Alfonso.

Cuenta que otra de las figuras cercanas a la historia de la casa es la del pintor Salvador Dalí: “En su casa de Port Lligat siempre recibía a sus invitados con una copa de nuestros cavas. El Castillo fue testigo durante años de la estrecha amistad del genial Dalí y Miguel Mateu. En colaboración con la Fundación Gala-Salvador Dalí, se creó un cava rosado en homenaje a esta relación: el Brut rosado Torre Galatea, cupaje de Pinot Noir, Trepat y Monastrell.

“La Torre Galatea, en Figueres, decorada con numerosos panes y coronada con una hilera de huevos, fue el sitio donde Dalí pasó sus últimos días. Gracias a las numerosas cartas que Dalí envío a Mateu, y que hoy se guardan en la biblioteca, se ha podido utilizar auténtica caligrafía daliniana en la botella de cava Torre Galatea. Complementan el diseño elementos recurrentes en la obra del pintor: panes, huevos y hormigas”, precisa Alfonso.

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