viernes, 16 de abril de 2010

Siguen subidos en la nave del éxito

En 2009 Cvne, la bodega emblema de vanguardia en La Rioja, cumplió 130 años de historia, con un legado que incluye un edificio diseñado por Gustave Eiffel

ALBERTO FUENTEGRIS


Cvne es sin duda uno de los emblemas de los vinos riojanos: manifiesto de carácter y oficio, así como presencia definitiva en la evolución de una Denominación de Origen Calificada (DOC) que ha sabido incorporarse a las formas de la modernidad.

Fundada en 1879, la Compañía Vinícola del Norte de España (CVNE) se ha distinguido, como advierte el crítico español Fernando Point, “como una de las pocas casas riojanas que nunca han traicionado el culto a la buena materia prima, ni la gracia inicial de sus caldos con crianza insensatas”.

Víctor Urrutia, delegado consejero de la empresa pilar del movimiento vinícola en La Rioja, destaca la importancia de mantenerse como una bodega de tradición, pero muy atenta a incorporar procesos que exalten aún más sus signos distintivos.

El proceso de elaboración del vino se sigue cuidando con la misma dedicación con que se hacía en los primeros años de vida de la compañía fundada por los hermanos Raimundo y Eusebio Real de Asúa. Se cuida desde el principio, desde que la uva está en la cepa hasta que el vino descansa ya en botella.

ESTRATEGAS DEL VINO
Cvne mantiene su emplazamiento original en el Barrio de la Estación de Haro, cuna de las bodegas de Rioja Alta, tierra conocida por elaborar vinos finos y elegantes; así como con un contenido alcohólico moderado.

Urrutia destaca que en la actualidad Cvne cultiva la mitad de la uva necesaria para su producción, mientras que el resto se adquiere de agricultores de La Rioja. De los viñedos de Rioja Alta surge la gama Imperial, que desde su primera aparición en los años 20 son el buque insignia.

También se elabora en esta bodega la línea de vinos fundadores: el Cune Clarete, hoy definido como el Crianza, así como el Cune Reserva; además de los emblemáticos blanco y rosado. Además es cuna del Monopole, blanco seco; y del blanco semidulce Corona.

En la zona de Villalba, Cvne posee viñedos con mas de 40 años de los que se obtiene la uva para la elaboración del Real de Asúa, que surgió nació en 1994 como homenaje a los fundadores de la compañía y que se elabora prácticamente de forma artesanal.

MUCHO CORAZÓN Y MÁS CEREBRO
Precisamente fue una de las primeras bodegas riojanas que incursionó en el embotellado. “En 1900 ya tenía una capacidad de envejecimiento extraordinaria: 80 mil botellas, algo poco habitual en una época en la que lo normal era despachar el vino lo antes posible. Actualmente el embotellado es un proceso que seguimos privilegiando”, advierte Urrutia.

Los descendientes de los fundadores trabajan activamente en esta empresa que ya llega a su quinta generación, manteniendo, como dice el especialista, la filosofía de investigar nuevas posibilidades en la crianza del vino y buscar la modernización en los procesos de producción y elaboración.

“En una de nuestras bodegas, Contino, incluso hemos incursionado en el rescate de la variedad de uva Graciano, que actualmente empleamos de un 10 a un 15% en todos los vinos criados en esta bodega. Siempre hemos visto un poco más allá de lo inmediato. En el siglo XIX recurrimos al pasteurizador Malvosin, el primero en España, y que nos situó a la vanguardia de las tendencias enológicas de la época.

“En la década de los 40, en el siglo pasado, volvimos a situarnos a la vanguardia con la primera gran nave de vinificación de cemento de La Rioja, El Carmen, que después fue copiada en numerosas ocasiones. Más tarde, en los 80, inauguramos El Pilar, la primera nave de tamaño medio de vinificación no agresiva en el transporte del mosto. Éste viaja en unos depósitos de acero inoxidable que se elevan mediante una grúa para dejarlo caer a su depósito de fermentación por gravedad, sin que haya que usar bombonas de impulsión ni tuberías. Actualmente es un concepto extendido a muchas bodegas, pero entonces fue una auténtica revolución”, precisa.

Se trata de una técnica que los iniciadores aprendieron del mundo del perfume, la adaptaron al vino e incluso fue copiada por las bodegas francesas.

LA HERENCIA DE EIFFEL
Como parte de esta secuela de innovaciones, en 2004 se inauguró la bodega Viña Real, una pieza maestra del arquitecto francés Philippe Mazieres y dotada con instalaciones de avanzada. Está formada por una gigantesca tina dividida en dos pisos; en el superior se encuentra la nave de vinificación que emplea la tecnología de punta, como puede notarse en su tolva vertical, primera y única en España hasta ahora, así como la espectacular grúa central.

Entre las recuperaciones relevantes en la historia de la bodega está el pabellón que los hermanos Real de Asúa montaron para la elaboración de vino, a finales del siglo XIX. El espacio ha sido remodelado y modernizado en algunos puntos para servir de puerta de entrada para turistas e invitados. La nave fue diseñada por Gustave Eiffel, el mismo responsable de la Torre que lleva su nombre en París, y abraza una caja irregular de hierro donde se ha habilitado una sala de catas, la nueva tienda y un espacio para celebrar exposiciones, poniendo al “descubierto tesoros escondidos y el valor de los elementos que conforman la cultura del vino”, como explica Pedro Sanz, presidente de La Rioja.

“Eiffel tardó 17 años en construirla y fueron los fundadores, que eran unos avanzados, quienes conectaron con él. La nave es de esas cosas de las que te olvidas y, de repente, dices, ¿pero cómo es posible que tengamos esto aquí y no lo enseñemos?”, comenta Urrutia.

Lo más relevante es el techo de la nave, de gran altura y que contiene una serie de cerchas que soportan toda la estructura del edificio sin necesidad de usar columnas, lo que supuso una revolución del espacio.

Urrutia apunta que la bodega es testigo de tres siglos de historia de La Rioja, pero que nunca había sido presentada en su conjunto. La recuperación se engloba dentro del proyecto “Aldea del Vino” que pretende crear un espacio dinámico para desarrollar actividades en torno al producto y mostrar al público el pasado y el presente de una bodega.

“La idea esencial es facilitar a los turistas la visita y poder combinar la producción con la apuesta por el ecoturismo. Son varios edificios, alrededor de un pequeño jardín, las naves históricas de las bodegas, que recogen la naturaleza y el sentido de fiesta pagana que tiene el vino”, precisa Urrutia.

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