martes, 9 de febrero de 2010

El eterno placer de la cata

El acercamiento a los detalles de un vino puede brindarnos una experiencia única, sobre todo si estamos en el ambiente y con la compañía ideales

JOSEP BAETA

La elección de un vino para nuestra mesa y, especialmente, para las grandes celebraciones, es una tarea fácil o difícil según nos lo planteemos. Sin embargo es un hecho que puede y debe resultar un ejercicio placentero.

Lo primero que afrontamos es una oferta formidable, con amplias posibilidades tanto en vinos españoles, con más de 65 denominaciones de origen y otras calificaciones, como vinos del resto del mundo: Argentina, Chile, Francia, Italia, Nueva Zelanda y Estados Unidos, sólo por mencionar algunos de los principales competidores en el panorama vinícola actual. En el caso del vino mexicano, la oferta es de igual modo vasta y fascinante, con las atractivas propuestas de Baja California, Coahuila y Querétaro.

El lado positivo es que la oportunidad de elección es mucho mayor, teniendo la posibilidad de conseguir grandes y gratas sorpresas y descubrimientos. Sin embargo, la enorme gama de productos y precios nos puede generar cierto desánimo.

Esta es la razón de ser del sommelier, un profesional que explora mediante sus conocimientos de enología y viticultura, los productos y sus características, así como las posibilidades de elección por su experiencia y análisis de la oferta disponible.

Aún así, el aficionado al vino y a la gastronomía, suele tener interés por la cata e inquietud por encontrar por sí mismo esos caldos excepcionales y poco conocidos, siendo habitual que lleguen a ser grandes catadores y mejor conocedores de la oferta.

CON TODOS LOS SENTIDOS Al iniciarse en este mundo, y aún estando ya inmerso en él, el catador debe reflexionar sobre la finalidad de la cata.

La conclusión es que su ejercicio es puramente contemplativo. Nos agrada conocer y disfrutar de las opciones que hay a nuestra disposición, y de ellas, poder elegir cuáles son las que más nos gustan, cuáles quedan mejor con los platos que vamos a acompañar, y en que estado de conservación se encuentra. Asimismo, habrá que considerar si tiene posibilidades de conservación o debe ser consumido de inmediato y, sobre todo, si va a ser del agrado de nuestros acompañantes.

No olvidemos que el mejor maridaje para un vino es la compañía con quien se tome.
Un bonito paralelismo a la cata lo podemos encontrar en la observación de una obra pictórica. Podemos pasar rápidamente ante ella sin detenernos a contemplarla sin apreciarla en toda su magnitud, o de lo contrario, nos podemos regocijar con la observación de la composición general, el tema, la técnica, el trazo, el tratamiento de la luz y el juego entre los colores. De igual manera podemos observar un cuadro sencillo, bonito y fácil de entender, como estar ante una obra de magistral composición. Pueden suscitarnos las variadas emociones reflejadas por el artista a través de su obra.

En el arte como en el mundo del vino, hay algunos vinos y obras que no entendemos en nuestra primera aproximación, o bien que no nos agradan, pero que no por ello deberemos calificarlos de malos. Necesitamos ser capaces de distinguir sus cualidades más allá del gusto personal. Para apreciar correctamente un vino, nos fijaremos en todas las sensaciones que nos genere (tanto visuales como olfativas, gustativas y táctiles, como su composición, suavidad, untuosidad, evolución, tipología de aromas, equilibrio de sabores, entro otras).

Un buen vino ciertamente nos puede generar sensaciones que nos emocionen, y es esta impresión por norma general la que hace que se califique como gran vino. Al igual que en la pintura, conlleva una dosis muy alta de genialidad por parte del autor, así como trabajo y dificultad en su elaboración y singularidad.

También, como en el mundo del arte, la cata debe ser relajada, pausada, minuciosa y sobretodo, debemos gozar de cada una de las sensaciones que nos ofrece.
El mundo del vino debe ser, y es, elegante, culto y placentero.

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